
"El ateo, al rechazar a Dios, lo que rechaza es la imagen que él se ha formado de Dios, y es posible que, si hubiera sabido a tiempo que había otras imágenes y las hubiera aceptado y vivido de antemano, no habría llegado a la negación. Es fácil descartar el ídolo que uno ha fabricado cuando deja de funcionar. Yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen".
Todos sin excepción, tenemos la tendencia de hacernos una imagen de lo que está arriba en los cielos: Unos le ponen cara, o color de pelo y ropajes especiales; otros le atribuyen penas y glorias, hazañas y desgracias sísmicas; otros le prejuzgan como juez injusto, sin darse cuenta de que ese juicio les convierte a ellos mismos jueces (injustos), que juzgan sin dejar a Dios que se defienda (si es que quisiera hacerlo); otros lo asemejan a estatuas e imágenes que ni ven ni oyen ni caminan, pero las culpan luego por no responder a sus plegarias; otros dibujan un dios justiciero e inmisericorde; otros por el contrario solo creen en el dios que lo perdona todo sin más, el que es como necio que no se da cuenta de nada; y están los que piensan que son muchos los dioses, o los espíritus, o los antepasados y ancestros; y como no, están los que jamás ni siquiera escucharon el nombre de Jesús… ¿Qué se yo cuántos modelos de personas hay?
Y todos y cada uno de estos grupos, y los miles que no habré citado, forjan la imagen de “su dios”, que llega a ser incluso imperfecto, titubeante, errático… Y claro ¿Cómo creer en semejante dios? Como dijo Máximo IV, “yo tampoco creo en ese dios que ellos han negado” porque han negado una imagen, un sucedáneo, una desfigurada copia, sin darle la oportunidad de manifestarse al verdadero Dios. No, no soy el que tiene todas las llaves para abrir los baúles del conocimiento, pero si por algún motivo conoces a alguno de esos que “no cree en dios” (o mejor, que no cree en “su” dios), no dejes pasar la oportunidad de mostrarle con tu vida cómo es en realidad el Hacedor de maravillas.
¿No eres capaz de hacerlo? ¿No sabes mostrarlo en tu vida? ¿Piensas que yo tampoco lo hago? Pues nos queda mucho camino entonces, porque debiéramos ser cartas escritas por el Espíritu de ese Dios que muchos no conocen aún, y si no le hemos dejado poner ni una sola palabra para que puedan leerla los que nos rodean, entonces es momento de pensar si de verdad hemos conocido a Dios, si hemos experimentado ese “popular” nuevo nacimiento relatado en el capítulo 3 del Evangelio de Juan. Aclaro en este punto, que “nacer de nuevo” no consiste en una “oración mágica” seguida del desinterés más absoluto por Él. Una oración no equivale al arrepentimiento, ni al cambio de rumbo, ni al deseo de volver al origen anterior a ese hombre caído en el Edén, ni a creer con todo el corazón...
¿Cómo es el Dios en el que crees? ¿Ha marcado tu vida? ¿Te ha sellado con Su Espíritu? ¿Cómo le conoces? ¿De primera mano o por las predicaciones de otros?
Pues, si hemos de tirar algún mito en este día, creo que no hay otro más importante que este:
NO ES LO MISMO CONOCER COSAS ACERCA DE DIOS QUE CONOCER A DIOS.
Buscar es el principio del camino para hallar, y si muchos no le conocen hoy, no es porque Él no se haya mostrado, sino porque no le han buscado a Él, sino a lo suyo...
Demasiadas personas conozco (y yo fui uno de ellos) que en lugar de buscar a Dios, sólo se acuerdan de Él para recibir los beneficios que dicen que ofrece: Prosperidad, salud, milagros, experiencias místicas, sentirse útiles, encontrar trabajo, paz interior... “Panes y peces” en definitiva.
No digo que Dios no sea capaz de dar esto y más, pero a veces pedimos mal, pensando solo en nosotros y olvidando el reino de Dios y la voluntad del Creador.
Luego de formar falsas expectativas, estas pueden no cumplirse y culpamos por ello a ese Dios que “fabricamos” a nuestra conveniencia. A veces, ni siquiera lo hemos fabricado nosotros mismos, sino que hemos creído sin vacilar el dios que algunos “iluminados” se inventaron, por desconocimiento, por ignorancia, o incluso con mala intención para obtener un beneficio (económico, mayormente) de aquellos adeptos a los que convencen. Por eso, yo tampoco puedo creer en ese dios que algunos se inventan, y desde luego que no podría creer en ese Dios que se fabrican los ateos, es lógico que ellos tampoco lo hagan, porque Dios no es así.
No hablo con conjeturas, hablo de algo que aparece en los famosos “Diez Mandamientos”. El segundo de ellos ha sido objeto de burla de muchos que hoy se llaman cristianos, y ha sido suplantado por otras palabras que dijera Jesús muchos años después de esto. Por supuesto que las palabras de Jesús tienen validez innegable, pero ¿Por qué olvidar lo que Dios le dijo a Moisés un día? (Lo digo porque muchos parecen querer vivir en la ley. Pero lejos de ellos, podemos extraer enseñanzas del segundo mandamiento, que dice:
“No te harás imagen*, ni ninguna semejanza* de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy tu Dios, fuerte, celoso...” (Éxodo 20:4-5, versión RV).
*Imagen (hebreo: pésel) es una talla, una imagen esculpida, una estatua.
*Semejanza (hebreo: temuná) es forma, manifestación... Incluso fantasma (algo no visible)
De donde el segundo mandamiento no solo “condena” la talla de cualquier tipo de imágenes (de Dios o cualquier otra criatura, incluso humana) sino que también advierte contra las “semejanzas”, que pueden ser esas imágenes que formamos en nuestras mentes y con las que inventamos a ese dios enclenque que no es el verdadero Todopoderoso, magnánimo, justo, lleno de amor y que a la vez no puede ser burlado; nuestros pensamientos acerca de Dios no tiene por qué ser iguales al propio Dios.
Es tiempo de meditar en los caminos que andamos, para ver a dónde nos conducen, y procuremos no hacernos nuestras propias imágenes de Dios, que si estuvieran erradas, nos podrían alejar de Él en lugar de acercarnos. Dios no es un mito, tampoco es una religión; solo buscándolo de veras, en primera persona, se le puede encontrar. Y luego vendrá lo demás...