jueves

¿Reformar o Renovar?

Desde que Lutero clavara a principios del siglo XVI las famosas 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, surgió lo que se dio en llamar “La Reforma Protestante”. Ha llovido mucho desde entonces, y las diversas ramificaciones de lo que desde aquel día surgió, se han transformado en una multitud innombrable de denominaciones que muestran la variedad de interpretaciones bíblicas, por no decir que son divisiones que han ido segregando la iglesia de Cristo en congregaciones alejadas por fronteras doctrinales, las cuales no vienen al caso, ni Dios pretendió que existieran.

Cuando ese movimiento reformista surgió, quería erradicar cierto deterioro de la doctrina del medievo: El papado, en muchas ocasiones había “inventado” normas sin base ni apoyo bíblico, aprovechando la incapacidad del pueblo de acceder a las Escrituras; la ignorancia de las masas, permitió a la jerarquía eclesiástica crear multitud de normas, cosas que en la mayoría de los casos, hemos de aclarar, Jesús jamás dijo. Y la Reforma apareció con el deseo fervoroso de “protestar” contra estos abusos de la cúspide de la que se llamaba iglesia cristiana universal (o católica).

Lo curioso es ver hoy día, los supuestos sucesores de esos “protestantes”, que lejos de seguir buscando la pureza doctrinal, se han conformado en su gran mayoría a las costumbres de los pueblos, a las liturgias heredadas y sin base de apoyo escritural, a la forma de ser de una sociedad que llama tolerancia a lo que a veces es simple libertinaje. La que se llama iglesia, en vez de tomar ejemplo de la Biblia, toma ejemplo de las empresas, de los bancos, del gobierno… Y los que fueron protestantes (yo mismo "fui así" por muchos años), ahora son meros conformistas: Todo lo contrario de lo que les hizo ser lo que son.

¿Dónde está ese “espíritu protestante”? ¿Acaso pensamos que ya se hicieron todos los cambios necesarios? ¿Ya está todo solucionado? ¿No hay más cosas que mudar de aires para asemejarnos al modelo que Dios nos dejó? ¿Hemos llegado al cenit de la perfección, al punto de que ya no queda nada por mejorar en el cristianismo?

No sé qué pensarás, pero mi impresión es que muchos cristianos se están conformando a este siglo, a este sistema, al modo de pensar de las estructuras establecidas… Y eso tampoco es bueno. Recuerda lo que dice en Romanos 12:1-2: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

Por si te puede aclarar en algo lo recién leído, mira como se traduce el principio del verso 2 en la NVI: “No se amolden al mundo actual…”

La transformación es vital para todo discípulo de Jesús, y en tanto que caminamos por este mundo, dicho proceso de cambio debe permanecer de continuo en nuestro diario vivir; lo contrario a esto, es decir, el acomodarse a lo que creemos que ya tiene un “buen nivel”, nos ata finalmente al conformismo. En este punto, recuerdo las palabras de Jesús cuando dijo: “El que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30). En ellas muestra un principio interesante: La dualidad de la vida cristiana. Recoges o esparces, creces o menguas, subes o bajas, estás con Jesús o en su contra, eres frío o caliente… No existen puntos intermedios de templada mezcolanza, no, para Jesús no.

Esto me lleva a meditar: O te conformas a este sistema que dirige el mundo (y que se filtra en mayor o menor medida a las congregaciones cristianas) o vives una continua transformación, siendo la meta de nuestro estado el ejemplo del propio Jesús. ¿Tú has llegado a ese nivel? Yo no, por eso no me queda más remedio que decidir: O sigo creciendo a su semejanza o… O me estoy hundiendo en la frialdad del conformismo institucional.

Como dice Romanos 12:1, este es mi culto racional: Mi mejor adoración no es un cántico con voz angelical y música profesional de calidad exquisita, sino mi ofrenda voluntaria y desinteresada, mi mente, mi razón, mi espíritu y mi vida, todo lo que soy, dispuesto a rendirse ante la soberanía creadora de Dios. Mi adoración espiritual a Él, requiere que yo esté dispuesto a ese cambio que no tendrá final hasta el momento de estar en la misma presencia del Todopoderoso.

¿Recuerdas el post de ODRES VIEJOS? Hablaba de aquellos que se resisten al cambio (pues el que ha probado el vino añejo, lo prefiere al nuevo, aunque paradójicamente este sea mejor). Muchos se aferran a lo que creen que es correcto, y se cierran a sí mismos la puerta al crecimiento espiritual, a esa transformación que se produce por medio del entendimiento dispuesto a mejorar… Como aquel viejo dicho: “Renovarse o morir”

Pero están los otros, los que quieren de veras cambiar, los que desean crecer, los que no se conforman al modo de moverse del sistema (o siglo) en el que vivimos, que nos rodea, y que incluso nos acosa. Muchos estamos dispuestos al cambio, a volver a hacer nuevo lo que creímos tener masticado y digerido, pero cuando queremos aplicar esto a las congregaciones y denominaciones evangélicas, parece que surge un no sé qué… Como si fuera tabú, un tema prohibido. Es como si fuera una idea herética y rebelde, pero… ¿No pasó lo mismo en tiempos de Lutero? Es más ¿No le pasó lo mismo al propio Jesús? Entonces ¿A quién queremos parecernos, a Jesucristo, o a Anás y a Caifás? No hay término medio válido: O con Jesús o contra él, nada de medias tintas.

Para ir terminando por ahora, preguntaría ¿Hacia donde debe encaminarnos el cambio? Algunos piensan que la respuesta es obvia: A parecernos a la iglesia primitiva, a lo que era el cristianismo antes de que se introdujeran corrientes de este mundo en él… Y parece algo alentador y muy espiritual, pero, si esa iglesia hubiera sido “perfecta”, no habría desembocado en la imposición obligatoria traída por Constantino en el siglo IV (muy "cómoda" para los cristianos de la época), ni en los abusos de la Edad Media, ni siquiera en la “pobreza espiritual” que en muchos casos vivimos en la actualidad los “orgullosos hijos de la Reforma”.

Aquí entra la pregunta que da título a este artículo: ¿Hablamos de otra Reforma o de Renovación? Creo que la Reforma que nunca cesa, se podría llamar Renovación. Volver a hacer nuevo lo que ya era, revisar lo que no debió cambiar nunca, y luego avanzar hacia lo que debe ser, aunque nunca antes lo hayas conocido...

¿A dónde quiero llegar? A que nuestros primeros hermanos, vivieron más intensamente el cristianismo que la mayoría de nosotros, sin duda alguna, pero lo que hoy conocemos como la iglesia primitiva, como su nombre indica, debería ser el principio de un cambio, pero no el fin del camino ni el objetivo a imitar. Ya he citado en alguna ocasión, que el camino del creyente genuino va en aumento, es hacia arriba (Proverbios 4:18), no hacia la memoria histórica; es hacia Jesús, y no hacia la imitación de los queridos hermanos que nos precedieron. Lo que queda por delante es mejor, la gloria postrera debe ser (y será) mayor que la primera. Lo que pasó quedó atrás, y debemos extendernos a lo que tenemos por delante.

A riesgo de decir algo que resulta obvio, no puedo imaginarme que los cambios a los que nos dirigimos se encaminen a imitar a la iglesia primitiva, sino que deben hacernos pasar, sin excusa posible, por el camino que nos lleve hasta la meta de ser reflejos vivos de nuestro ejemplo supremo: El modelo de Jesús es el único digno de imitar.

¿Y en qué cosas deberíamos ir cambiando lo que hacemos en nuestras congregaciones? ¿Qué cosas de las que creemos conocer deben renovarse con el fin de que seamos verdaderos vasos que porten la gloria de Jesús? Pues el camino es largo, nada fácil, con obstáculos mil, lleno quizás de problemas, ocasionados incluso por aquellos que se llaman tus hermanos... Pero debe prevalecer esto: Jesús dejó dichas muchas cosas interesantes que a veces han quedado en segundo plano, y si las retomamos, como anunciara Juan el Bautista (Lucas 3:4-6), quizás podamos ver como los caminos torcidos se enderezan, las sendas escabrosas se allanan…

Si Dios lo permite, en los próximo posts analizaremos algunas de esas verdades escondidas (o no tan practicadas), esas cosas que suenan muy bonitas pero que quizás han dejado de vivirse en la denominada Iglesia, y nos basaremos como fundamento primordial, como piedra angular, en las palabras que Jesús mismo predicó en su corta pero bien aprovechada vida terrenal...

Por favor, no trates de defender criterios preconcebidos, ni enseñanzas “profundas” de distinguidos teólogos: Trata sólo de ser honesto contigo mismo, y con los que te rodean… y sobre todo con Dios. Si de veras quieres servirle, más te vale que abras tu corazón, por si acaso Él tiene algo que “re-enseñarte”.

12 comentarios:

superquo dijo...

Como bien dices, la iglesia primitiva fue el principio, no el fin. Lo importante es hacia dónde nos encaminamos, incluso decidir si nos movemos o nos quedamos donde estamos (que también se está muy cómodo).
Te seguiré leyendo con mucho interés, porque para discernir hacia dónde hemos de ir, es imprescindible entender cómo hemos llegado aquí, por qué hacemos ciertas cosas y por qué las hacemos de cierta manera.
Un abrazo
David

David López-Cepero dijo...

Me gusta mucho eso de: "Para discernir hacia dónde hemos de ir, es imprescindible entender cómo hemos llegado aquí"

Creo que es un clave, pues la gente en general, y los cristianos en particular, hace (o hacemos) muchísimas cosas por rutina o costumbre, y bien dijo el profeta que "las costumbres de los pueblos son vanidad".

¡Se hacen tantas cosas sin saber por qué! Por eso coincido contigo en que, si supiésemos analizar el por qué de lo que hacemos y creemos, nos daríamos cuenta de cuantos errores hemos cometido en el camino del cristianismo, y de cuan necesitados estamos de rectificar nuestro rumbo en algunos asuntos, si es que no queremos ver zozobrar nuestro barco, ese barco en el que a veces enarbolamos la bandera de la "Obstinación Sinrazón"

MonjaGuerrillera dijo...

Ecclesia reformata semper reformanda est.
No desde el fraile agustino alemán solamente, sino también desde mucho antes de él.

Creo que el agustino alemán y los ginebrinos caprichosos, y el brillante holandés de la locura, y el escocés aquél del presbiterio, y el bohemio chamuscado del sacro imperio, más el inglés que rechazó la Iglesia sacramental y jerárquica, nos están condicionando con sus reformas hechas en su entorno, en algunos casos muy bien hechas.

Pero, si en vez de continuar, hoy sólo seguimos esos condicionamientos, aquí y ahora no se reformará nada, sólo será "semper copianda".

Lo más triste es que de aquel entorno que había que reformar queda muy poco y circunscrito. Pero a cambio se nos viene encima un entorno que aceptamos callados y con miedo.

Tengo la impresión de que los cristianos reformados, protestantes, evangélicos, etc., siguen dando vueltas alrededor de Jericó cuando los muros hace siglos que cayeron.

Gracias a Dios, el Espíritu divino no dejó de trabajar en el siglo 1, ni en el siglo 16. Algunos cristianos entienden que sí...

Sigamos con el semper copianda, semper mimetizanda, semper tradicionanda, entonces.

Saludos.

David López-Cepero dijo...

Hola Gabriela, siempre es agradable tu visita.

No imagino una iglesia que pueda establecer el reino de Dios a base de copias. Coincido contigo en que muchos hicieron sus "reformas" particulares, adecuadas a las circunstancias doctrinales e historicas en que estaban inmersos. Por eso trato de hacer una distición (o planteo la pregunta) ¿Reforma o Renovación?

Creo que las reformas son parches, a los que a pesar de todo, le debemos mucho, inclusive el que cualquiera de nosotros tenga una Biblia en sus manos y pueda leerla libremente (aunque no todos en el mundo pueden hacerlo aún) por lo que coincido en que muchas de esas reformas aportaron mucho positivo.

Como contrapunto, sabemos los excesos a los que en ocasiones se llegaron, como bien sabrás, en los que algunos "reformadores" actuaron como meros inquisidores que pretendían imponer sus criterios, incluso a la fuerza (de esos aún quedan, y también los que abusan de la autoridad infundiendo temor para conseguir el mismo objetivo)... Y lo peor, cuando cada movimiento reformista hasta nuestros días ha llegado a ser exclusivista y excluyente, llegando a descalificaciones y luchas, que si no entiendo mal tus palabras, han llevado al cristianismo en gran parte a seguir dando vueltas a esa muralla de Jerico, sin percibir que ya Dios la derribó. No sé si te referías a esto o a otra cosa.

Por eso, no pretendo ser otro Calvino, no quiero decirle a los demás como tienen que hacerse las cosas, pero sí me atrevo a decir que me gusta "soñar"

¿Soñar? Sí. Soñar con que no necesitamos copiar modelos de la historia de ningún siglo, sino desarollar una iglesia unida, sin barreras, basada en el amor y en el fundamento de las enseñanzas de Cristo, que me temo, han quedado muy olvidadas en algún viejo baúl. Hoy se habla mucho de prosperidad, bendición, "grandes ministros" (¿eso puede existir?), cruzadas de milagros... ¿Es Dios nuestro señor o nuestro criado? ¡Qué se está enseñando en muchos lugares!

No quiero ser catastrofista, pero soy de la opinión que es mejor empezar las cosas de nuevo, en lugar de andar poniendo remiendos a estructuras rancias que ya se han estirado en demasía, ¿Empezar de nuevo? Pues sí, ¿O es que nos olvidamos de ese texto que tanto citamos de: "Las cosas viejas pasaron, he aquí, todas son hechas nuevas..." Pero no quiero descontextualizarlo.

Quizás no haya sido capaz de explicar la diferencia entre reforma y renovación, ni siquiera pretendo crear un nuevo "dogma de fe", ni imponer un criterio (estaría haciendo más de lo mismo, otra copia), sino hacer una llamada de atención a esos cristianos del siglo XXI, esos que como en el siglo I y en el XVI y a lo largo de toda la historia, están (quisiera decir "estamos") con oídos listos para oír.

No me conformo al "semper copianda", pues creo que no tenemos mejor modelo a imitar que el de nuestro maestro... Pero eso lo sabemos todos. Lo que me pregunto es ¿Por qué entonces hay tantos que siguen inventando "evangelios" a medida?

Gracias por tus comentarios, y si no entendí bien alguna cosa de las que hablaste, sabes que el diálogo sigue abierto: Necesitamos edificarnos mutuamente, y yo al menos, tengo mucho que aprender.

Saludos

MonjaGuerrillera dijo...

Eso mismo leía en su post y me alegré. Sería interesante que insistiésemos en la disconformidad con la "semper copianda".
Le comenté en forma adicional, para nada más.

Saludos, don Peregrino.

David López-Cepero dijo...

Entendido. Me sumo, como dicen aquí en España, a "seguir dando la lata" (insistiendo) con temas que nos hagan estar siempre atentos y vigilantes, porque de lo contrario, al mínimo despiste, se nos cuela "el gusanillo del conformismo".

Que Dios nos ayude a estar siempre en su onda. Gracias por la aclaración, y saludos cordiales...

Rodrigo dijo...

Que buen tema, creo que lo fundamental es el encuentro con Cristo, ese encuentro real que transforma vidas.
Es el Espíritu Santo el que te lleva a crecer en espíritu y al conocimiento de Dios a través de su palabra.
La iglesia de la denominación que sea debe infundir esto en sus fieles, el encuentro personal con Cristo y la búsqueda del conocimiento a través de la Palabra de Dios.

Guille dijo...

EXCELENTE!!! Sospecho que voy a convertirme en una visita asidua de este blog. En cuanto a lo que dicen de las iglesia primitiva y de los movimientos reformadores, como ese impetu termina estancandose, a mi me da la impresión de que la "jaula de hierro" burocrática, tan temida por Weber, termina apoderandose de todos los ambitos humanos, incluso la religión, y tal vez la falencia esté justamente en ese punto: humano...

David López-Cepero dijo...

Hola Rodrigo, se bienvenido a este sitio.

A eso que tu describes, yo lo llamo comunion con Dios, cercanía. Me gusta imaginarme que el Espíritu Santo es como un perfume, que cuanto más te acercas, más se te "pega" Su aroma... Si aprendieramos esto, no estariamos tan necesitados de normas, esas normas que tanto le gustan a "las religiones", y que a veces, a muchas personas, en lugar de acercarlas a Jesus, las alejan de El.

Muchas gracias por tu aporte.

David López-Cepero dijo...

Bienvenido a este sitio, Guille. Muchas gracias por tu ánimo.

Hay una palabra un poco complicada que describe ese problema que comentas, creo, y se llama "institucionalicion". Cuando algo comienza por voluntad divina, crea algo precioso, vivo y lleno de amor; cuando pasa el tiempo, como pasó en la iglesia de Efeso citada en el Apocalipsis, ese amor se va olvidando, y solo va quedando la institucion, la estructura, la jaula, o también "LA PECERA"... lugares donde la gente cree estar haciendo lo correcto, y en algunas casos (quisiera que fueran pocos!!) solo son sitios de los que no puede salir, atrapados por una corriente religiosa regida por credos denominacinales. Dios nos ayude.

Bien interesante tu blog, por cierto. Saludos.

Guille dijo...

Si, lo bueno es que por este tipo de medio me estoy dando cuenta que existen bastantes crisitanos con inquietudes similares,tratando de no caer, o de escapar de esa institucionalización de la religión. Dios quiera que cada vez seamos mas.

Nos leemos :)

David López-Cepero dijo...

Amén, Guille.

La verdad es que es enriquecedor poder compartir a traves de este medio con personas de todo el mundo, y que andan buscando de veras a Dios, porque al fin y al cabo, cumplimos la función principal que debe tener la iglesia: Edificarnos mutuamente y alentarnos en el Amor los unos a los otros.

Un abrazo fraternal

¿Qué es un MITO?


Un Mito es una cosa que no tiene una realidad concreta, que puede llegar a ser una fábula, una fantasía. Cuando un mito se confunde con algo real, la verdad se distorsiona. Algo así ha sucedido con el cristianismo actual, del que muchos escapan por el mítico concepto que tienen de él. Aún estamos a tiempo de hablar las verdades, a la luz de las Escrituras, la Palabra fiel y verdadera de Dios.